Pequeño Andrés:

Te escribo desde el futuro. A medio camino entre el intento de madurito sexi que eres y el viejo verde que algún día (qué remedio) tendremos que llegar a ser. Hoy, en 2023, cumplimos 42 años, así que aparta toda esa horrible ansiedad que te condicionará en la adolescencia y tu joven madurez: contra todos nuestros pronósticos vamos a llegar a los 40 sin sufrir un ictus ni un infarto fulminantes. Sé que es lo primero que te gustará saber. De nada, hombre, no hay de qué.

Eso no quiere decir que todo vaya a ser un juergón sin resaca. Lo siento, a los 31 años la vida te va a arrebatar una de las cosas más preciosas que ella misma nos dio. Pero vivir, crecer, consiste en eso, ¿sabes? Vas perdiendo cosas más importantes que cualquiera de las que puedas ganar. Aprenderás que lo peor no es la tristeza, si no las cosas que ya no tienen remedio. Pero, oye, tampoco nos quejemos, fue el mejor padre del mundo. No te puedo decir mucho más, por las leyes del espacio-tiempo y los viajes al pasado. Tú que puedes (te envidio) disfruta mucho de él. Pero prepárate porque esto te va a cambiar para siempre. Va a ser durísimo, pequeño.

En qué momento se me ocurrió escribirte esto, nene, que estoy llorando como una magdalena empapada en té.

Hace unos días estaba con una de esas personas especiales que te encontrarás por el camino y que te hará sentir. Hicimos un estúpido test que preguntaba qué es lo más valioso que vamos a tener en nuestra vida. No lo dudé un instante, me salió solo: nuestra familia. Que, oye, igual que va menguando por un lado, también va creciendo por el otro. Y nuestra preciosa hermana (que es muy buena, no le pegues tanto en la cabeza) va a traernos a dos niños que nos devolverán la alegría y el optimismo a todos. El mayor regalo de la vida será nuestra familia, sí. Tenemos a la mejor madre del mundo. Se preocupa demasiado porque te quiere demasiado. Escúchala siempre. Sabe mucho y le vas a deber mucho de lo bueno que te pase. Por eso estás creciendo como un niño feliz. Qué suerte eso, ¿verdad?

Poco más que contarte. No pongas mucho entusiasmo en el amor. Ahí no tenemos de momento mucha fortuna. Ignoro el motivo. Aún así, oye, disfruta. Todas van a ser personas maravillosas, pero el ser humano es complicado. Sufrirás. Unas veces porque te romperán el corazón y otras porque lo romperás tú y eso no te va a hacer sentir muy bien contigo mismo. No se puede tener todo. Aprenderás mucho y te ayudará a conocerte y a ser quienes hoy somos. Cada vez mejorarás en esto de cuidar y dejarnos cuidar. A ver si un día…

En cambio, a nivel profesional todo es confeti. Vas a ser muchas cosas. De hecho, vas a ser todas las que una vez soñamos con llegar a ser. Todas te van a hacer ser muy feliz. Pero la última… lo vas a flipar. Ni te lo esperas. Es que ni te digo nada. Sorpresa.

Me voy despidiendo, Andriu (¿ya ha empezado a llamarte así papá?). Me quedo sin espacio. Pero un par de cosas más:

Uno. Cuida tu apego ansioso.

Dos. Has llegado hasta aquí sin odiar a nadie. ¡Enhorabuena!

Tres. Vas a sentirte muy orgulloso de ser quién vas a llegar a ser y de cómo eres. No serás perfecto, pero te quieres así. Nos molamos bastante. Todo el mundo debería molarse bastante. Creo que eso es sano.

Irremediablemente tuyo,
Andrés.