El Kijote en 140 caracteres

por | Ene 19, 2016 | Columnas

Hace unos días leí una cadena de tuiteos que al principio me pareció curiosa, pero que tiempo después me hizo reflexionar. Un joven que tenía que acabar un trabajo para el colegio preguntaba en Twitter si alguien podría contarle la moraleja de El Quijote. Reproduzco la conversación a continuación sin ningún tipo de corrección ortográfica:

Tuitera 1: Me podeis decir la moraleja del kijote para un trabajo?? XD

Tuitero 2: En resumen es un abuelo que se vuelve loco y se va con su caballo

Tuitera 1: Seguro?? Te lo has leido?? es q es larguillo XDDD

Tuitero 2: Nadie se lee ese libro que es muy largo pero de lo que va lo sabe cualquiera

Tuitera 1: Si lo lees acabas loker como el kijote XDDD

Tuitero 2: Yo creo que te puedes morir antes de acabarlo 😉

Tuitera 1: XDDD.

Y aquí entra un nuevo tuitero en escena.

Tuitero 3: Eso es de lo que va pero esa no es la moraleja

Tuitera 1: Y de q va la moraleja???

Tuitero 3: De que pelees por tus sueños

Tuitera 1: Q bonito!!! Gracias!!!

Tuitera 1: Y tantas paginas para eso?

Tuitero 2: Puffff

Tuitero 3: Haber, la historia es mas larga. Pero en general dice eso

Tuitera 1: (Enlaza a un vídeo de un minuto sobre salir de la zona de confort para conseguir tus metas vitales)

Tuitera 1: Y sin estar media vida leyendo un toston de kijote XDDDDD

Tuitero 2: Entonces el Qijote va de un viejo que se vuelve loco y se va con su caballo a pelear por sus sueños?

Tuitero 3: mas o menos XD

Hasta ahí, normal. Incluso quienes hemos sabido apreciar, en su justo momento, la grandeza de la novela de Cervantes, la miramos por primera vez con recelo cuando el profesor nos obligó a leerla en el colegio. Lo realmente extraordinario pasó en el último tuit. Lúcido, cargado de sentido y como un golpe en la cabeza:

Tuitero 2: si youtube estubiera antes Cervantes hubiera hecho un video en lugar de un libro. Aunque fuera de 3 mins XD

Pues eso.

SOBRE MÍ

SOBRE MÍ

En casa preferían un médico o un abogado, pero en la ecografía salía un periodista. Supongo que el capítulo más trascendental de mi vida fue en el que aprendí a escribir. Aquello marcó el resto.

Cuando calzaba nueve años ya golpeaba torpemente las teclas de una vieja Olivetti que mi padre conservaba en su despacho y que daría algún órgano interno por recuperar, pues se extravió en algún rincón del mundo. En ella emulaba las historias de Tintín o de Los cinco e imaginaba mis primeras aventuras.

Con los años acabé la carrera de Periodismo y logré vivir de escribir, ya sea relatando los sucesos reales que contábamos a los oyentes en la SER, en columnas de opinión de periódicos y blogs o como redactor creativo en agencias de publicidad.

Mi relato Stari Most fue premiado como finalista del Certamen Entrelibros y he publicado otro libro de relatos llamado Púgiles de tinta que se encuentra en período de reedición de cara al lanzamiento de su segunda edición.

Aquí escribo sin ataduras ni complejos, con la misma ilusión -y a menudo torpeza- que aquel niño de nueve años que aporreaba las ruidosas teclas de aquella vieja y perdida máquina de escribir.

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