El elemento principal de la fotografía podría ser tomado por un menú abandonado, pero en realidad es como un ataúd dentro de un nicho cerrado. La imagen fue rescatada del interior de la zona roja que rodea a la Central Nuclear de Fukushima por el fotógrafo polaco Arkadiusz Podniesińki. La tomó en 2014, tres años después del desastre. Gracias a ella sabemos que alguien pidió una hamburguesa, un café y un paquete de patatas fritas, y que después salió corriendo cuando la tierra empezó a temblar. La fotografía inquieta porque nos recuerda la soledad más absoluta. El silencio que sigue a la tragedia.

Ignoramos si hay paquetes de patatas enterrados entre los escombros de Haití, vasos de café en el fondo del océano frente a la costa de Tailandia o hamburguesas a medias en Nueva Orleans. Tampoco nos importa ya. Cosas de la salud. Superamos las tragedias como quién va dejando atrás los jirones de una mortaja que se desgarra. Sin volver la vista. Dejándolas solas; que es lo que en realidad buscan las tragedias. O dicho de otro modo, la persona que salió corriendo en Fukushima sólo sobrevivirá si su menú pasa de estar abandonado a ser olvidado.

Cuando decimos que la realidad es dura estamos pronunciando un eufemismo para no decir que la tragedia es real. Pero también lo es la alegría que nos permite sobrevivir. Por eso es bueno que Podniesińki haya retratado la soledad de la tragedia, ya que al mismo tiempo nos recuerda que cualquier desastre, natural o no, le puede pillar a usted, por ejemplo, con los pantalones en los tobillos. Al contarnos lo repentino de aquello que nos despoja, nos recuerda la importancia de lo que nos retiene. Precisamente, la fotografía da sentido a nuestra imagen reflejada en los ojos de la pelirroja que nos mira con cariño, a la piel que se eriza con el beso, al vermú de los domingos, al agradecido detalle del vecino que espera mientras nos sujeta la puerta, a un abrazo cualquiera. Superamos las tragedias cuando escapamos. Sobrevivimos sólo si las olvidamos. Seguimos adelante porque nos acompañamos. Las tragedias no saben lo que se pierden.

*Reportaje de Arkadiusz Podniesińki en Fukushima