Andrés Cardenete

Scrip·tor (n.)

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SOBRE MÍ

En casa preferían un médico o un abogado, pero en la ecografía salía un periodista. Supongo que el capítulo más trascendental de mi vida fue en el que aprendí a escribir. Aquello marcó el resto.

Cuando calzaba nueve años ya golpeaba torpemente las teclas de una vieja Olivetti que mi padre conservaba en su despacho y que daría algún órgano interno por recuperar, pues se extravió en algún rincón del mundo. En ella emulaba las historias de Tintín o de Los cinco e imaginaba mis primeras aventuras. 

Con los años acabé la carrera de Periodismo y logré vivir de escribir, ya sea relatando los sucesos reales que contábamos a los oyentes en la SER, en columnas de opinión de periódicos y blogs o como redactor creativo en agencias de publicidad.

Mi relato Stari Most fue premiado como finalista del Certamen Entrelibros y he publicado otro libro de relatos llamado Púgiles de tinta que se encuentra en período de reedición de cara al lanzamiento de su segunda edición.

Aquí escribo sin ataduras ni complejos, con la misma ilusión -y a menudo torpeza- que aquel niño de nueve años que aporreaba las ruidosas teclas de aquella vieja y perdida máquina de escribir.

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RELATOS »

El Marinero y el Perro Gris

El Marinero y el Perro Gris

Llegué a la isla por accidente. Pese a las recomendaciones de mi padre, siempre me gustó navegar sola. Salí de Portonovo para hacer mi recorrido habitual vía Canarias. En aquella embarcación aprendí a navegar. Junto a su vela de proa me sentía mejor que en casa....

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Haití, 16:53

Haití, 16:53

Son las 16:42. Hora local. Es la primera vez que llega con retraso al turno de tarde, pero no le importa. Tiene todo planeado para levantar la cabeza frente al sermón del patrón. Don Charles le mirará por encima de sus redondas gafas y escupirá uno de sus habituales...

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CUENTOGRAFÍAS »

Un lunar en bicicleta

Un lunar en bicicleta

Mi psiquiatra -esa voz que me habla por dentro- me dice que para entender la magnitud de un problema hay que alejarse lo suficiente. Yo le digo que no, que sólo cuando ves la mancha de cerca, al microscopio, puedes saber si, además de un lunar, es también un tumor....

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Empercudidos

Empercudidos

«¡Mira cómo te me has puesto!». La madre mira con seriedad al niño y el niño no sabe a dónde mirar. Desde luego, mejor que no mire al futuro. O sí. Cuando el presente te deja empercudido hasta el tuétano y sentado en una unidad de rescate cualquiera, el futuro, por...

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Por su jeta

Por su jeta

He aquí un currículum inmaculado y un misterio por resolver. Es la página dedicada a José Manuel Soria en la publicación que recopila las trayectorias de todos los representantes internacionales del Foro económico mundial Davos 2014. No es posible, me digo, que...

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La soledad de la tragedia

La soledad de la tragedia

El elemento principal de la fotografía podría ser tomado por un menú abandonado, pero en realidad es como un ataúd dentro de un nicho cerrado. La imagen fue rescatada del interior de la zona roja que rodea a la Central Nuclear de Fukushima por el fotógrafo...

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COLUMNAS DE OPNIÓN »

Otro mundo

No hace falta saber de física cuántica para descubrir otros universos. El libro que sostengo entre mis manos me habla de hombres valientes que yo no soy, por los cascos Bob Marley canta «Jamming». La suave brisa refresca el ambiente. El mar acaricia los pies de una pareja que, a unos veinte metros, decora de besos el paisaje. Deportistas que corren sobre la arena, padres que juegan a construir castillos con sus hijos y palmeras que se escurren a la vista y bailan en el viento. Por un instante, el ruido de las olas parece ganar la batalla al rugido de la carretera. Es entonces cuando escucho a una chica joven que, a un par de pasos de mi posición, hace aspavientos con los brazos. Su airado tono de voz la convierte en un agente patógeno dentro del paisaje. No acierto a saber de qué diablos está hablando, pero sí la respuesta del hombre que la acompaña. — Vas apañada si piensas que voy a estar todas las vacaciones en vela porque tú quieras llegar a las tantas de la madrugada —dice desde la toalla. La niña pone los brazos en jarra. — Pues la próxima vez, ya sabes: me dejas que me vaya con mis amigas a Ibiza y os venís mamá y tú solos. — No te lo crees ni tú. Y sigue así, que a lo mejor te pasas lo que queda del verano trabajando con tu tío Alberto en la ferretería. Aquella última frase provoca en la joven un gesto de resignación y rabia. Después aprieta los labios como si estuviera a punto de hacer pucheros y se sienta dejándose caer con brusquedad en la toalla. Queda de espaldas a mí y observo que baja la cabeza. Va a romper a llorar, deduzco. Pues no. Sin pausa de transición entre lo que acaba de ocurrir y una realidad oculta que está a punto de sorprenderme, se eleva por encima de su cabeza una mano con un teléfono móvil. La chica se gira sobre sí misma —sin apartar la mirada de su propia imagen en la pantalla— hasta que el mar adorna el fondo. La foto del verano. Entonces, como si el aparato fuese una suerte de portal que la hubiera transportado a un mundo...

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Un par de floretes, por favor

Escucho a un tertuliano radiofónico comparar la que se traen Rajoy y Sánchez con un combate a muerte. Aunque me parezca exagerado hasta como hipérbole, no puedo evitar que Joseph Conrad cruce mi cabeza. En su relato El Duelo, el escritor polaco nos habla de la historia de inquina, odio y persecución entre dos soldados del ejército napoleónico. D’Hubert y Feraud se enfrentan a una sucesión de duelos que comienzan en su juventud —el mismo día que se conocen— y que no finalizan hasta pasada su jubilación. D’Hubert es hombre racional y tranquilo; Feraud es visceral y determinado. Ambos se pasan la vida batiéndose el cobre a muerte con florete o con pistola una vez tras otra. Como quiera que ninguno logra salir del laberinto —es decir, que el otro abandone un duelo con las piernas por delante— se ven condenados a enfrentarse cada vez que sus caminos se cruzan. Ambos, en cualquier caso, acaban siendo reconocidos como dos de los mejores espadachines y pistoleros al servicio del Emperador. La noche está cubierta por una extraña y densa niebla, como si una lengua opaca quisiera engullir el estudio de televisión. Sánchez apunta nervioso a su interlocutor y dice que “es usted un indecente”; Rajoy pone cara de estar descompuesto. Una vez recuperados de las heridas evidentes —las del alma son otra historia, como veremos— ambos políticos se vuelven a encontrar tiempo después en un hemiciclo sobrecargado con una tensa calma. Rajoy dice que “no” y Sánchez calla. En su semblante estoico deducimos que no es el último combate. No pasa mucho hasta que se vuelven a encontrar, de nuevo en el hemiciclo. Esta vez Rajoy lleva la iniciativa y es Sánchez el que, mientras empuña las mismas palabras que le hirieron, dice que “no”. Ninguno sale con los pies por delante. Si acaso usted. O yo. Afortunadamente para la historia de Francia, los éxitos y derrotas de Napoleón no dependieron de la complicada relación de D’Hubert y Feraud. Incluso, ambos pusieron a Francia por delante de su disputa y...

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Grandes esperanzas

A Fernando Torres se lo inventó Dickens. Por eso no va a la Eurocopa. Por eso la vida siempre le recuerda que sus botas son demasiado gruesas. Pudo ser un personaje de trama secundaria. A saber, un joven rematadamente guapo pero con un ojo que apunta a Brighton y otro a Cornualles. O un señor que encontraría la elegancia en la vejez si no fuera por la enorme coronilla bajo la que cuelga un pelo grasiento, largo y raído. Pudo ser, también, una señora mayor con muy malas pulgas y sonrisa de bebé. Pero Torres es un personaje principal: el niño futbolista del que puedes pensar que lo tiene todo –un mundial, dos eurocopas, dos copas de Europa de clubes y una bota de oro en un mundial en Brasil–, pero al que ves llorar desconsolado un sábado noche y te das cuenta de que no tiene nada. No es difícil imaginar que Torres, para no olvidarse de quién es, exhiba en la vitrina de su casa junto a esos trofeos un DVD de Casablanca. La ambición de Pip, protagonista de Grandes Esperanzas, era más grande que su destino. Logró con tremendo esfuerzo superarse, pero sorprendió a su madurez al suspirar desconsolado por el amor de su infancia: la chica que le rechazó por sus manos bastas y sus botas demasiado gruesas. Con Fernando Torres la opinión pública restó importancia a sus méritos. Su gol en la final de la Eurocopa del 2008 pesó siempre menos que un disparo errático en la línea de meta. Torres y sus gruesas botas, le decían. Aún joven, “El Niño” cerró su primera etapa de rojiblanco porque el equipo –su equipo– se le quedó pequeño. Logró engrandecer su palmarés con otras camisetas, pero cada vez que levantó una copa, se asomaba la bandera colchonera anudada a su muñeca. Fue su manera de decirnos que, cuando dormía, en lo que realmente soñaba no era en ganar una Champions -eso lo hace cualquiera-, era ganarla con su Atleti. Si a Torres le preguntas cuál es su personaje favorito de Dickens es probable que conteste que Humphrey Bogart en Casablanca. El nueve del Atleti lo ha tenido...

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Capitanes de biblioteca

No se imaginan las aventuras que pueden ocurrir en mi estantería. Philip Pirrip, erguido sobre sus toscas botas, nos hacía reír al recordar el curioso incidente ocurrido cuando su cuñado y amigo Joe Gargery intentó aparentar modales de alta alcurnia mientras era delatado, una y otra vez, por un sombrero que parecía tener vida propia entre sus manos. Era tan graciosa su manera de contarlo y los aspavientos que utilizaba que hasta el experimentado capitán Marlow, que había conocido el horror durante su reciente travesía por África, no pudo evitar la carcajada. A excepción de Haddock –él es de otra cuerda–, los capitanes que conozco suelen ser así,  bastante serios y poco propicios a la sonrisa. Diego Alatriste y Tenorio, por ejemplo, no puede esbozar más que media. Un día de estos tengo que volver a quedar con él. El caso es que allí estaba Pip, contándonos el pasaje de Joe y su sombrero, cuando nos asaltó la voz de Long John Silver en plena discusión con Sandokán por el amor de Ana Karenina. Alonso Quijano quiso interceder pero, como quiera que a menudo se le va la olla, confundió al capitán Flint con un dragón, se lanzó hacia el pájaro con su lanza y el guirigay que se armó fue tremendo. Jean Valjean logró establecer un cierto orden, pero los nervios no se apaciguaron del todo hasta que Sherlock, en el habitual y excesivo alarde de sus cualidades, reveló que aquella chica no era Karenina, sino su asesina Milady de Winter que se hacía pasar por aquella.  Al comisario Montalbano nunca le gustó la ortodoxia del Doctor Watson así que, tras leer las notas de éste, requirió la opinión del camaleónico Dantés para descubrir si tras esos ojos azules había realmente una homicida disfrazada. Me hubiera encantado saber cómo acabó aquella historia, pero las ensoñaciones provocadas por un trozo de magdalena empapado en té me transportaron a otro lugar. En cualquier caso, lo más sorprendente es que esta improvisada aventura ocurriera en los casi 24 centímetros que mide una de...

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De Dios y del diablo

En el inicio de su andadura política, el partido de Pabo Iglesias prometía predicar con el ejemplo en aquello de contar con todos. Venía a rellenar un hueco vacío que reclamaba la sociedad, cada vez más indignada con la corrupción y con una clase política que caminaba de espaldas al ciudadano de a pie. Podemos votarlo todo porque Podemos permitir que cualquier ciudadano tenga voz y voto, no sólo en las decisiones sobre el país que se tomen en el futuro, también en las del propio partido. Incluso las que afectasen a su estructura. Sin embargo, al materializarse la idea, se empezaron también a detectar ciertas trampas en el mecanismo que, a poco que no te hubieras convertido ya en un devoto de fe de la cúpula de Podemos, no eran difíciles de detectar. A saber, plazos demasiado cortos para participar en procesos decisivos para el futuro que la cúpula del partido ya tenía más que trillados, cuando no golpes de mando que, por un lado, no dejaban de ser lógicos si Iglesias y sus allegados no querían arriesgarse a perder el poder de su partido. Y eso acabó siendo: "su partido" y menos el de sus simpatizantes. No hubo grandes pérdidas, sin embargo. Y cuando las hubo, no fueron excesivamente lesivas. Tal vez porque Podemos mantenía el discurso indignado, las promesas de rentas básicas y las amenazas a quién se atreviera a aprovecharse del ciudadano de a pie, aunque estos fueran quienes ostentasen el poder. Pero a medida que se acercó la campaña, Podemos rebajó el discurso. Sus espectaculares promesas ya no eran tan posibles y, si acaso, "ya se vería". Por un momento, y aún hoy, no se discierne si el partido iba o venía. O si hacía un amago para quedarse donde estaba. Salvo que fueras un devoto de fe, insisto, y a poco que siguieras la actualidad política con los ojos abiertos y atendiendo a los medios de uno y otro perfil, era fácil descubrir a Pablo Iglesias haciendo auténticos ejercicios de equilibrismo -con grandes capacidades para ello, por cierto- para contentar a...

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El Kijote en 140 caracteres

Hace unos días leí una cadena de tuiteos que al principio me pareció curiosa, pero que tiempo después me hizo reflexionar. Un joven que tenía que acabar un trabajo para el colegio preguntaba en Twitter si alguien podría contarle la moraleja de El Quijote. Reproduzco la conversación a continuación sin ningún tipo de corrección ortográfica: Tuitera 1: Me podeis decir la moraleja del kijote para un trabajo?? XD Tuitero 2: En resumen es un abuelo que se vuelve loco y se va con su caballo Tuitera 1: Seguro?? Te lo has leido?? es q es larguillo XDDD Tuitero 2: Nadie se lee ese libro que es muy largo pero de lo que va lo sabe cualquiera Tuitera 1: Si lo lees acabas loker como el kijote XDDD Tuitero 2: Yo creo que te puedes morir antes de acabarlo 😉 Tuitera 1: XDDD. Y aquí entra un nuevo tuitero en escena. Tuitero 3: Eso es de lo que va pero esa no es la moraleja Tuitera 1: Y de q va la moraleja??? Tuitero 3: De que pelees por tus sueños Tuitera 1: Q bonito!!! Gracias!!! Tuitera 1: Y tantas paginas para eso? Tuitero 2: Puffff Tuitero 3: Haber, la historia es mas larga. Pero en general dice eso Tuitera 1: (Enlaza a un vídeo de un minuto sobre salir de la zona de confort para conseguir tus metas vitales) Tuitera 1: Y sin estar media vida leyendo un toston de kijote XDDDDD Tuitero 2: Entonces el Qijote va de un viejo que se vuelve loco y se va con su caballo a pelear por sus sueños? Tuitero 3: mas o menos XD Hasta ahí, normal. Incluso quienes hemos sabido apreciar, en su justo momento, la grandeza de la novela de Cervantes, la miramos por primera vez con recelo cuando el profesor nos obligó a leerla en el colegio. Lo realmente extraordinario pasó en el último tuit. Lúcido, cargado de sentido y como un golpe en la cabeza: Tuitero 2: si youtube estubiera antes Cervantes hubiera hecho un video en lugar de un libro. Aunque fuera de 3 mins XD Pues eso. En casa preferían un médico o un abogado, pero en la ecografía salía un periodista. Supongo que el capítulo más trascendental...

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SOBRE MÍ

En casa preferían un médico o un abogado, pero en la ecografía salía un periodista. Supongo que el capítulo más trascendental de mi vida fue en el que aprendí a escribir. Aquello marcó el resto.

Cuando calzaba nueve años ya golpeaba torpemente las teclas de una vieja Olivetti que mi padre conservaba en su despacho y que daría algún órgano interno por recuperar, pues se extravió en algún rincón del mundo. En ella emulaba las historias de Tintín o de Los cinco e imaginaba mis primeras aventuras. 

Con los años acabé la carrera de Periodismo y logré vivir de escribir, ya sea relatando los sucesos reales que contábamos a los oyentes en la SER, en columnas de opinión de periódicos y blogs o como redactor creativo en agencias de publicidad.

Mi relato Stari Most fue premiado como finalista del Certamen Entrelibros y he publicado otro libro de relatos llamado Púgiles de tinta que se encuentra en período de reedición de cara al lanzamiento de su segunda edición.

Aquí escribo sin ataduras ni complejos, con la misma ilusión -y a menudo torpeza- que aquel niño de nueve años que aporreaba las ruidosas teclas de aquella vieja y perdida máquina de escribir.

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